miércoles, 16 de julio de 2014

El golpismo educativo


"Un ministro de Educación dura poco, por lo regular menos incluso de lo que dura una legislatura, mientras que las reformas y sus resultados en los estudiantes, operan en una escala temporal que sobrepasa los diez años"; Ángel Santamaría, Heducación se escribe sin hache. 

Una detrás de otra, son seis las reformas educativas aprobadas desde la publicación de la Constitución en 1978(1). Si no me equivoco, salimos a una reforma cada seis años. Las tres últimas en poco más de una década. Parece obvio que esta inestabilidad no favorece el establecimiento de un sistema educativo eficaz, aunque quizá no es solo esta sucesión de reformas la que genera algunos de los principales problemas del sistema. 

Legislar desde arriba tampoco ayuda demasiado. La última reforma educativa, la LOMCE, ha sido un claro ejemplo de ello. Gran parte de la comunidad educativa se ha echado a la calle protestando ante los aspectos más polémicos de la ley. Contar con la oposición de un número importante de comunidades autónomas, de docentes, de familias y de alumnos no puede ser nunca un buen punto de partida para el desarrollo de una nueva normativa educativa. Así pues, no parece ninguna insensatez tener en cuenta las opiniones y criterios de los distintos agentes de la comunidad educativa en el proceso de elaboración de las leyes educativas. 

Actuar sin consenso entre las distintas fuerzas políticas es otro de los factores que asegura el fracaso de una nueva reforma. Cuando, además, la oposición es frontal aquello no hay por donde cogerlo. ¿Quién no está convencido de que la LOMCE será sustituida por una nueva ley en cuanto exista una nueva mayoría parlamentaria para desarrollarla? Resulta fundamental, pues, conseguir acuerdos para dotar de la estabilidad y continuidad necesaria a cada propuesta de ley. De lo contrario su futuro pasa por una eliminación más o menos tardía que volverá a suponer un punto de partida sobre el cual volver a edificar una nueva estructura.

En definitiva, estamos ante "golpes educativos" constantes donde los ministros de turno se presentan como auténticos generales de la España del siglo XIX imponiendo modelos más o menos adecuados a sus intereses sin tener en cuenta las necesidades generales de la comunidad educativa. La experiencia nos dice que aquellas propuestas alejadas de los principios de estabilidad, consenso y proximidad a la comunidad educativa no van a ofrecer buenos resultados. En cambio, en países donde las grandes fuerzas políticas han pactado su legislación educativa se ha conseguido una estabilidad que, a medio-largo plazo, está dando sus frutos... ¿A qué esperamos?

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